Las ruinas de San Ignacio Miní, en Misiones, Argentina, declaradas Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 1984, ofrecen un testimonio de la convivencia entre jesuitas y guaraníes en el siglo XVII.
Ubicadas en la localidad de San Ignacio, en el corazón de la provincia de Misiones, las ruinas de San Ignacio Miní representan un valioso patrimonio histórico y cultural. Fundada en 1610 por la Compañía de Jesús, esta misión jesuítica fue un centro neurálgico para la evangelización y organización social de los pueblos guaraníes.
Durante los siglos XVII y XVIII, los jesuitas establecieron reducciones en territorios que hoy comprenden Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay, creando comunidades religiosas, agrícolas y artesanales para evangelizar a los guaraníes. Estas misiones promovieron una convivencia única entre indígenas y religiosos, ofreciendo educación y formación en diversas habilidades.
Sin embargo, la prosperidad de estas comunidades generó recelo entre las autoridades coloniales, lo que, sumado a la expulsión de los jesuitas en 1767 y las invasiones posteriores, llevó al abandono y deterioro de las misiones. En la década de 1940, bajo la supervisión del arquitecto Carlos Luís Onetto, se iniciaron trabajos de restauración en San Ignacio Miní para preservar su estructura y significado cultural.
Hoy, las ruinas de San Ignacio Miní invitan a los visitantes a recorrer sus templos, residencias y talleres, ofreciendo una experiencia que combina historia y naturaleza en un entorno selvático. Este sitio es un recordatorio del legado compartido entre culturas y un referente de la riqueza arquitectónica de la región misionera.






