Todos soñamos. Algunas noches recordamos vívidamente imágenes o escenas oníricas, otras veces nos despertamos sin saber qué pasó por nuestra mente mientras dormíamos. Pero, ¿por qué soñamos? La ciencia aún no tiene una respuesta definitiva, aunque las hipótesis abundan.
Una de las teorías más aceptadas sostiene que los sueños ayudan a consolidar la memoria y procesar emociones. Durante la fase REM del sueño, el cerebro organiza la información acumulada en el día y trabaja simbólicamente sobre los conflictos o deseos no resueltos.
Otra línea de investigación indica que soñar es una especie de “simulador mental” que permite ensayar situaciones sociales o enfrentar miedos sin consecuencias reales. Desde esta perspectiva evolutiva, los sueños tendrían una función adaptativa.
También hay teorías psicoanalíticas, como la de Sigmund Freud, quien consideraba los sueños como expresiones de deseos reprimidos. Aunque esta mirada ha perdido fuerza en la neurociencia actual, sigue influyendo en el imaginario popular.
Los estudios con resonancia magnética y neuroimagen han avanzado en identificar las áreas cerebrales activas durante los sueños, pero aún no se logra interpretar el contenido onírico con precisión científica.
Lo cierto es que los sueños siguen siendo un misterio fascinante. Y aunque los científicos no coincidan del todo, todos reconocen que el universo onírico tiene un rol importante en la vida humana.





